Hablar de educación inclusiva es hablar de la esencia de la educación
como se ha entendido desde el origen de la Edad Moderna. A partir de entonces,
el acceso a la educación se ha defendido como un instrumento valioso
para corregir las desigualdades, aunque el proceso histórico sea largo,
desde la exclusión hasta la inclusión pasando por la integración.
Hoy ha quedado atrás el
optimismo pedagógico de las “Luces” y gracias a los nuevos paradigmas
educativos podemos ser críticos y ver sus sombras. Sin embargo, pensar la
educación inclusiva es apelar al espíritu moderno que se
rebeló contra un modelo educativo -el de la Edad Media- que se basaba en el
privilegio y dejaba fuera a muchas personas.
Es decir, si bien nacemos con
desigualdades heredadas, contamos con la educación como instrumento que permite
corregirlas respetando la diversidad, que es siempre sinónimo de
enriquecimiento. Precisamente, la educación inclusiva tiene como
horizonte la igualdad de oportunidades partiendo de la igualdad de
acceso y posibilidades educativas.
¿Cómo debe responder la
educación a la diversidad inherente a las sociedades? ¿Cómo
repensar la inclusión de aquellos sectores marginados? ¿Cómo acomodar el
sistema escolar a las discapacidades y necesidades educativas especiales?
Sin duda la educación
inclusiva es un proyecto ambicioso, pero como se trata de uno de los mayores
retos educativos que tenemos por delante no podemos renunciar a
afrontarlo de manera inteligente y efectiva, teniendo en cuenta que
por mucho que se hable de ella, queda muchísimo trabajo por hacer en todos los
sectores de la sociedad.
Lo contrario, sería trasladar
al aula una realidad que no existe en una sociedad plural y diversa. Y esto
hasta el punto que muchos profesionales y teóricos que apuestan por la
inclusión creen que hablar de “educación inclusiva” es una tautología, porque la
inclusión ya está incluida en el concepto de educación.
¿Es que puede ser considerada
como tal una educación que excluya? El gran cambio educativo del que tanto se
habla debe comenzar por ahí. Entre otras cosas, la inclusión debe:
- Eliminar barreras al aprendizaje
- Promover la participación de todo el
alumnado
- Desarrollar capacidades específicas
- Trabajar de forma cooperativa con los
estudiantes
- Centrarse en la persona

Como ves, no se trata
simplemente de un criterio para educar en situaciones excepcionales, sino una
valiosa guía para ser mejor educador en todos los aspectos.
5 Pautas para caminar hacia la
educación inclusiva
Aplicar con éxito una
educación inclusiva en el aula requiere de formación y sobre todo experiencia,
pero es posible comenzar a hacerlo siguiendo algunas pautas. Nosotros te
proponemos algunas; tan sólo el inicio de un compromiso docente para
construir una sociedad más justa desde el aula.
- Autoevaluación
Un reto docente como el de
asegurar el derecho a la inclusión exige realizar una autoevaluación previa:
¿Qué metodología sigo? ¿Sigo alguna? ¿Qué características tiene en relación a
la inclusión? ¿Preparo los contenidos descontextualizados o tengo en cuenta las
características de todos mis alumnos? Al final de cualquier
intervención educativa, la autoevaluación también es crucial para
mejorar.
- Interacción educativa
Si la interacción social es
fundamental en cualquier proceso educativo de calidad y es imprescindible en la
era de la comunicación, es esencial para que la educación inclusiva
tenga éxito.
Es importante que tengas en
cuenta que si te propones aplicar una educación inclusiva lo harás en un
contexto social que fomenta el individualismo, y que por lo tanto que
trabaja contra un paradigma que pone el foco en la interacción grupal.
grupos reducidos, siempre en
comunicación con el grupo-clase.
- Evaluación
Plantéate un enfoque evaluativo diferente, que a
partir del error subraye más el aprendizaje que la sanción, lo que supone
que debes enseñar a aprender de los errores.
La evaluación no significa calificación ni debe reducirse a
constatar las ignorancias del alumnado, sino que debe favorecer la
autonomía en el aprendizaje y apuntar a la adquisición de competencias
y habilidades.
No se trata de currículos rígidos ni adaptaciones
curriculares, que finalmente segregan realidades y alumnos que no responden a un
modelo determinado. Las palabras claves son, por lo tanto, autoevaluación
y evaluación compartida, a través de rúbricas o
portfolios.
- Autoestima
La educación inclusiva debe crear un espacio acogedor
teniendo como horizonte la autonomía del alumnado. Por eso, todo el entorno
físico y metodológico de aprendizaje debe estar orientado a facilitar y
fomentar dicha autonomía, pero de nada servirá si no viene reforzada
por la autoestima de tu alumnado.
En este sentido, tan importante es el elogio después de
cada conquista -por pequeña que sea- como depositar la confianza
delegando en ellos responsabilidades, retos y estímulos adecuados a
sus posibilidades.
- Trabajo
en equipo
Conocer a cada uno de tus alumnos -al
inicio y en cada momento en el que se presenta un nuevo reto- es el primer paso
para que el proceso sea un éxito. Pero eso no lo podrás hacer en toda su
profundidad si no exploras todo su contexto familiar y escolar.
El trabajo con familias y otros profesionales, en una
visión transversal del proceso educativo, es el cimiento que dará solidez a
un proyecto. En otras palabras, sin la implicación de todo el grupo y sus
familias, la educación inclusiva no se puede desplegar con éxito.
¿Y tú, tienes en cuenta la educación inclusiva en tu
práctica docente? ¡Comparte con nosotros tus dudas y tus logros!
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